Salida a Sierra Nevada – 13 y 14 de agosto de 2016

Los pronósticos meteorológicos anunciaban un día bastante caluroso; por lo que nos tocó madrugar para poder así evitar en lo posible que, el sofocón de la subida no se nos juntase con el que nos tenía reservado nuestro querido «Lorenzo».

Como un reloj casi suizo, con un cuarto de hora de adelanto (04:45); Antonio Romero ya estaba preparado y con todo cargado para que fuésemos a recoger a Juan a Torremolinos. No tuvo tiempo ni de acicalarse, antes de lo previsto estábamos en su puerta requiriendo su presencia.

Los tres con buen talante y humor, pese a la hora, nos pusimos en camino. Decidimos desayunar en Güejar Sierra donde siempre. Al llegar, nos percatamos que había más gente y luminosidad de la habitual, estaban en fiestas. No tuvimos ningún tipo de contratiempo exceptuando la mayor espera en el preparo del desayuno; que aprovechó Antonio incitado por Juan para completar el desayuno con unos churros que trajo de la plaza.

Sobre las ocho de la mañana estábamos ya en el Barranco de San Juan (1.181 m), y un cuarto de hora más tarde cargados con los mochilones nos pusimos en marcha. Subimos de una manera suave y cómoda por la Vereda de la Estrella, con el frescor del río Genil y el que proporciona la abundante vegetación. Vamos andando -de forma amena y hablando de todo lo que tenemos por delante- entrecastaños, quejigos, encinas, robles y arces; aunque el más representativo es el castaño centenario «Abuelo» de tronco enorme y retorcido.

A unos 5 km del inicio bajamos al Puente del Burro (1.310 m) donde empezará nuestra subida interminable. Tras un descanso ascendemos por la Cuesta de los Presidiarios serpenteando por un bosque de cipreses primero y luego más arriba por robles y pinos. Nos llevamos el primer calentón del día; pero al llegar arriba (1670 m) las vistas de las «Nortes» que nos proporciona la sierra mitigan y alivian cualquier suplicio.

Tras las fotos pertinentes nos ponemos de nuevo en camino; ya tenemos a tiro el refugio de La Cucaracha (1.780 m), al que llegamos sobre las 10:45. Descansamos y tomamos un tentempié bajo el gran nogal que hay en su puerta. En el interior nos encontramos con lo de siempre, algunos se creen que el camión de la basura pasa por lo menos una vez a la semana.

Tras una media hora larga nos ponemos de nuevo en camino. Conforme vamos subiendo la Loma del Calvario -hace muy buen honor a su nombre- la vegetación de pinos se queda atrás; el calor se va notando cada vez más por la hora que es, la altura a la que aún estamos y el calentón que llevamos. En definitiva, va haciendo mella, y las paradas cada vez se hacen más necesarias y continuas.

Sobre las 14:00 y una vez subida la Cuesta de La Barraca (2.600 m) decidimos parar a almorzar. Comemos con tranquilidad, picoteamos de todo lo que llevamos y le metemos mano al gazpacho que Antonio lleva todavía casi congelado (cómo no le va a pesar la mochila!!!).

Y seguimos para arriba con bastante calor. Gracias que antes de llegar a los Prados de Vacares (2.800 m) nos encontramos con un lagunillo que lleva agua fresquita; porque Antonio todavía tiene su agua y sales congeladas, y ya ha dado buena cuenta de las mías. Así que reponemos y ya vamos viendo nuestro techo del día: Puntal de Vacares (3.143 m).

Paramos en el vivac de piedras que hay debajo del Puntal de Tajos Negros, ya que nos proporciona un majestuoso mirador para recrearnos en las maravillosas vistas de los grandes colosos de Sierra Nevada. Pero nuestra mente no para de rebuscar en nuestro disco duro para visualizar las mismas con ese manto blanco de nieve que le proporciona el invierno, haciéndolas aún más sublimes si cabe.

Tras un llaneo ascendente llegamos debajo del Puntal. Aunque ya bastante cansados, pero como dice Juan «No hay dolóóóó»; nos pegamos el último calentón del día y tras una corta pero dura subida y una interesante trepada final estamos en el Puntal de Vacares. Nos ofrece unas vistas estupendas y nosotros lo celebramos por todo lo alto, incluida la bota de vino de Juan.

En este duro día sólo nos resta continuar por la divisoria hasta el Puntal de Calderetas y descender a las lagunas del mismo situadas en su vertiente Este a unos 2.900 m, donde nos espera el merecido descanso después de haber subido 2.200 m de ascenso acumulado y alrededor de 18 km y medio. Se nos olvidó reservar habitación en los vivacs más comunes así que nos tuvimos que conformar con el presidencial. Cualquiera de ellos está catalogado muy por encima de 5 estrellas; yo me cansé de contar.

Cenamos algo calentito, preparamos los sacos, nos abrigamos y por supuesto antes de irnos a dormir dimos buena cuenta del ron. Juan como acostumbra lo acompañó de su cigarro. Antonio parece que no le echó lo suficiente a la cola y ésta le hizo no conciliar bien el sueño. Así que lo mismo te lo encontrabas de pie, dando vueltas en el saco o roncando mucho menos de lo habitual en él. Nada que ese fastuoso manto de estrellas no pudiera solventar. Eso sí, las Perseidas no nos esperaron y nos tuvimos que conformar con alguna que otra estrella fugaz, satélites, buena conversación y por supuesto la visita del zorro, era joven y al parecer le gustaba tener más y mejor compañía.

Nos levantamos con las primeras luces del día, desayunamos bien y recogimos todo. Los cuerpos reflejaban la paliza del día anterior y presagiaban la que nos esperaba hoy. Nada más empezar otro calentón buscando el collado, eso no tiene que ser ni güeno -como dice Juan-.

Una vez arriba buscamos el vasar superior de la Alcazaba que empieza debajo del Puntal del Goterón. En menos de un cuarto de hora andando por el mismo llegamos al canuto de la Alcazaba. Al principio impresiona bastante y la primera vez que uno lo hace siempre sale la expresión «Por ahí hay que subir»; pero una vez se empieza a subir no es tanto, además de mostrar unas vistas estupendas si te sientes bien mirando hacia abajo. Eso sí, hay que extremar las precauciones, y sobre todo tener mucho cuidado con la piedra suelta. Estos 300 m de subida vertical nos vuelven a dar un buen sofocón, gracias que es temprano y la temperatura es agradable. Aun así llegamos arriba con las pulsaciones a tope y un buen subidón de adrenalina. Coronamos la Alcazaba (3.371 m), la señora de la sierra sobre las 10.30 de la mañana. Ésta como siempre nos brinda unas vistas magníficas y a esa hora nos otorga la tranquilidad en ausencia de gente que se agradece enormemente. Vamos pensando en la posibilidad de bajar a la Mosca para almorzar y regresar por Valdecasillas. Retrasamos la decisión para cuando lleguemos al Collado del Ciervo, según vayamos de tiempo.

Buscamos el Colaero del Peñon del Globo, lo bajamos y decidimos llenar agua y refrescarnos un poco. Luego nos toca subir por el Colaero de Siete Lagunas; por suerte es la última subida dura. No obstante el cuerpo lo acusa, son muchas subidas y en alta montaña.

Nos encontramos en la entrada al vasar del Mulhacén, sendero estrecho que discurre sobre una altura media de 3.140 m sobre la norte del Mulhacén. La primera idea es «Yo por ahí no paso, estamos locos». Sólo hay que mirarle la cara a Antonio; pero tras una charla tranquilizadora nos adentramos en él y sobre todo lo disfrutamos. Las expresiones faciales van cambiando y damos rienda suelta a todas la emociones que nos presenta. Hay que decir que no es tanto como parece en esta época del año; no tiene pasos expuestos y complicados de gran consideración, exceptuando un destrepe en este sentido. Eso sí, no es apto para personas que sufran de vértigo. Sigo pensando que da más impresión desde fuera que una vez que estás dentro. Destacar la fuente del Viejo Lobo, que emana de la piedra en el propio vasar y nos vino de perlas.

Una vez salimos del vasar llegamos al Collado del Ciervo (3.186 m) son casi las 13:45; decidimos bajar a comer a la Mosca (2.934 m), descansar un rato y regresar por Valdecasillas en vez de ir a Juego de Bolos (3.019 m) y Laguna Larga (2.784 m) y bajar por Valdeinfiernos hasta Cueva Secreta (1.760 m). Buena decisión!!!

La Mosca nos recibió con menos gente y su encanto habitual. Sin duda una de las mejores lagunas de toda la sierra. Nos vino muy bien para la pequeña siesta en su orilla; ya a punto de salir llegó un grupo más numeroso y ruidoso que iba a pasar noche allí.

Sobre las 15:30 iniciamos el pronunciado descenso de las Chorreras de la Mosca. Mucho mejor hacerlo en bajada que cargado en subida. Aquí bien se podía parafrasear a Cervantes «En una gran cuesta de Sierra Nevada, de cuyo nombre no quiero ni acordarme….» Conforme bajamos se iba notando la calor; se hizo más notable bajando de la Majá del Palo hacia Cueva Secreta con el sol de frente. Decidimos parar en el puente de madera que sirve para subir al Refugio del Aceral y la Loma de Vacares. Nos vino bien refrescarnos. Antonio metió los pies, pero yo no pude contener el impulso de pegarme un remojón completo, en la poza debajo del puente. Sin duda agua fresquita que mejoró mucho nuestros castigados cuerpos.

Eran sobre las 18:15 cuando regresamos por la Vereda de la Estrella, se hizo bastante pesada y eso que la temperatura que nos hizo era bastante buena y casi todo el rato a la sombra. Todos teníamos ganas de llegar ya a los coches, pusimos ritmo automático  y casi ni disfrutamos de uno de los mejores senderos que se incluyen en los recopilatorios de las mejores rutas de senderismo.

A eso de las 20:45 estábamos de nuevo en el Barranco de San Juan tras dos duros e intensos días con algo más de 44 km recorridos, 2.850 m de ascenso positivo y 2.777 m de descenso. Cervecitas, tapeo correspondiente y para casa.

Agradecer la compañía de Antonio y Juan. A pesar del palizón que nos dimos seguro que seguiremos haciendo travesuras de las nuestras. Sí Antonio, cuando se te pase el cansancio, se curen las ampollas, etc, ya verás como te vienes de nuevo. El año que viene preparamos una de tres días….

Os paso los enlaces a los vídeos que ha montado Juan:

https://goo.gl/photos/xqMxk1GQFGhF1jLMA

https://goo.gl/photos/L21UjkwPssf5ksv98

https://goo.gl/photos/nJbCGHDQbPWoAxNg8

Un cordial saludo, Ismael.

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